El mundo cintura para abajo



Se puede olvidar el mundo cintura para abajo. Vamos andando por la mitad, rodamos a la altura de la mirada. Admitimos que hay un mundo bajo tierra que hormiguea por las capitales del mundo, pero se nos pierde el espacio entre el subte y el ombligo parados en la vereda. Todavía más: se nos aconseja filmar a la altura de la mirada, situar la cámara justo sobre la línea de los ojos y no dejar demasiado “aire” sobre la cabeza del entrevistado para lograr un encuadre equilibrado y significativo. Rolando Pardo aprendió el mandamiento documentalista perfectamente y salió a situar filmadoras a la distancia en que miran los enanos en Cuba. Parece que el socialismo también olvida qué hay debajo y sólo alcanza a ver hasta la punta de la barba. Pero “Pequeña Habana” sale a buscar las historias sub-revolucionarias, las que ocurren allí donde los que pasamos el metro veinte no sabemos qué ocurre.



Cuestión difícil filmar un documental sobre enanos cuando vivimos con los prejuicios altos. Partimos de un descubrimiento: todas las estatuas de Jesús son altas, imponentes. Hasta los ángeles en los cementerios: todos rubios y de piernas largas. Los Cristos de mármol custodian desde bien arriba. Repasamos los libros de la Biblia: ciegos, leprosos, minusválidos. ¡No hay enanos! ¡El cristianismo se olvidó de los enanos! ¿Entonces por qué Dios, que hiciste al hombre a tu imagen y semejanza, me hiciste así?, parece ser la pregunta que revolotea el mundo de los enanos que hablan cubano. Sus historias comienzan a abrirse paso desde el humor, y a andar los callejones de La Habana en motos petisas y en bicitaxis. Un joven enano juega al fútbol. Un señor enano entrena perros. Un músico enano toca la batería en una banda de rock. Una mamá enana se duerme en la cuna con su bebé inmenso. Las dimensiones se distorsionan y el relato crece, se agranda, se estira sin monotonías.

Son muchas las anécdotas que narrar con la cámara situada a un metro diez. Las imágenes agregan algunos tintes metafóricos. Los altos pueden sentirse cómplices y olvidar los conflictos éticos y reírse libremente con los personajes. Los altos pueden reconocer que en las dos mitades del mundo –la de arriba y la de debajo de la cintura- pasan las mismas cosas. Y que, en última instancia, en la cama todo se nivela y no hay ni arriba ni abajo. ¿Entonces por qué, Dios, me hiciste así? No importa, se agradece la libertad de vivir a cualquier altura en la Pequeña Habana. Y la libertad de situar la cámara a la altura de otras miradas. Y de que enanos y altos crucen miradas a la misma altura.

1 comentarios:

Maia Morosano | 19 de octubre de 2009, 4:48

Editar Maia Morosano dijo... ¿Y por qué pensar en el metro arriba, si para forjar espadas mágicas, de esas que matan dragones, los enanos sólo necesitan su mundo subterráneo lleno de los metales más duros, oro y piedras preciosas? ¿Para qué pensar en Dios si son dueños de la suerte y la muerte y sus poderes van más allá de la magia misma?
Yo me quedo con los enanos y sus tesoros.

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