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Los NN de la Chacarita

En el cementerio más grande de Argentina hay mausoleos señoriales tan amplios y tan costosos como muchos monoambientes a estrenar. Hay tumbas olvidadas. Hay celebridades. Hay mucho mármol. Hay calles y diagonales. Y huesos. Fundamentalmente, hay muchos huesos.

En algunas parcelas, esos huesos están perfectamente ubicados, registrados y nomenclados. El osario general, en cambio, es un camposanto de centenares de metros cuadrados de huesos sin nombre. Es un inabordable mejunje de ADN.

Maco sabe que buscar allí es imposible. Humanamente imposible. Por eso se cuida de no ceder ni una mínima porción de esperanza a la familia de María Cristina que ahora, de pronto, sabe que ella está ahí, en algún lugar de la Chacarita, debajo de la gramilla que crece junto a la cruz mayor, recostada contra el largo paredón de calle Newbery, debajo de tanta cera derretida y tantos pétalos de plástico.

Más de treinta años de huesos se acumularon entre el cuerpo de María Cristina y la superficie. Al osario común van a parar los viejos muertos, los que ya no caben en la economía de las tumbas. También los muertos que nadie reclama. Todos esos huesos se echaron sobre María Cristina, a quien sí buscaban. 

Foto: Carlos Garcia Granthon
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Social media: claves para mejorar el rendimiento de las publicaciones en Facebook

La empresa BuzzSumo, dedicada al marketing de contenidos y la gestión de medios sociales, acaba de publicar los resultados de un estudio donde analiza la performance de mil millones de posts (1 billion), provenientes de 3 millones de marcas en Facebook, desde las más pequeñas hasta los gigantes del mercado. ¡Big data!


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Hacernos de versos

Cuando las creadoras de La Malcriada de tu Lengua se encontraron ante la necesidad de imprimirle una definición a lo que hacían, eligieron llamarle lecturas performáticas, pensadas a partir de un formato seriado, con diferentes entregas, en varios volúmenes.

Mute constituye el quinto volumen de la serie y, aunque el equipo de producción todavía baraje la palabra performance y la palabra poética en su vocabulario explicativo, es probable que, esta vez, el concepto original se les haya desbordado.


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Señor Puta: vivimos, sobrevivimos, convivimos

"La calle de madrugada es un mapa de sombras. (…) ¿Qué es lo que te da miedo?”, pregunta el grupo Chatarra de Osamenta Teatro desde los inicios de Señor Puta, una obra creada para hacer estallar los límites de las ideas que emergen cada vez que intentamos problematizar temas como la prostitución, la explotación sexual y la trata de personas.

“La noche te trae la peor carroña. En la noche encontrás al hijo de puta, al que te golpea, al que te paga, al que te droga, al que te abusa, al que te desabusa, al que te tira en un zanjón”, responde Zulma desde otra trama. A eso le temen, ella y tantxs que trabajaron en la calle porque se sintieron libres de vender su cuerpo en el pequeño hábitat de la libertad que obliga a comer algo todos los días y procurar llenar los platos de los que esperan en casa. Ella –y tantxs- armaron su bolso un día para viajar a la Patagonia, porque allá los clientes pagan mejor. Allá hay mucha plata petrolera y los hombres están solos. Pero allá, en el sur, a Zulma –y tantxs- las encerraron, las amenazaron, las persiguieron, las obligaron a pagar con su cuerpo deudas imposibles. En el prostíbulo de Pico Truncado sobraba tiempo para encogerles a Zulma –y tantxs- el minúsculo espacio de libertad desde donde resistían.


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A(r)mar el propio monstruo


I. Espectadores 

¿Estuvo buena la obra?, preguntan mis amigos cada vez que salgo del teatro. Lógicamente, puedo responder o no. Toda respuesta anticipará una nueva pregunta: por qué. Esta vez responderé no sé. De verdad, no lo sé. Diré que es preciso atravesar la experiencia.

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24 horas


Los que estamos acá, odiamos secretamente a los que están allá. De a ratos, hacemos cálculos febriles y corremos a buscar promociones de vuelos a Río. Pero acabamos volviendo, a regañadientes, a la lista de supermercado para mañana. Brindamos, y pedimos el deseo. Soplamos velas, y pedimos el deseo. Besamos estampitas, y pedimos el deseo. En todas las conversaciones se habla de eso. En la cola del banco, dos señoras hablan de eso. En los taxis se habla de eso. En las oficinas. En los hospitales. En las cárceles. Todos los mensajes de whatsapp hablan de eso. Pensamos en los goles de Ghana. No queremos pensar en los otros. Elegimos pensar en las estrategias argelinas. Soñamos jugadas. Soñamos con él. Soñamos con ellos. Vemos todos los programas deportivos. Lloramos. Escuchamos todas las entrevistas. Lloramos. Buscamos videos en youtube. Cámaras desde todos los ángulos. Volvemos a llorar. Temblamos. Colgamos banderas en el living. En los balcones. En las puertas. Le ponemos me gusta a todo lo que hable de eso. Somos un entrevero de nervios. Andamos con las tripas anidadas. Nos abrazamos. Soñamos. Esperamos.
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Die vier Himmelsrichtungen: la obra impronunciable

Dicen que la historia de Schimmelpfennig está hecha de pequeñas escenas. Pero no. Yo no vi nada de eso. En cambio, vi una escena circular. Una gran escena circular donde la trama vuelve a pasar por los mismos puntos, perpetuamente. Pero los encuentra siempre cambiados.

La historia es circular, como el mundo. Aunque el mundo insiste en representarse sobre una superficie plana. (El mundo es circular; y contiene nuestros deseos planos). Sobre el plano, identificamos vértices orientadores. Necesitamos establecer referencias para no extraviarnos. En un mundo tan poco previsible y sospechoso, perderse no es una opción. Entonces trazamos líneas que se cruzan para delimitar espacios. Marcamos, grabamos, determinamos. Sin embargo, nada es definitivo.


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