Hacernos de versos

Cuando las creadoras de La Malcriada de tu Lengua se encontraron ante la necesidad de imprimirle una definición a lo que hacían, eligieron llamarle lecturas performáticas, pensadas a partir de un formato seriado, con diferentes entregas, en varios volúmenes.

Mute constituye el quinto volumen de la serie y, aunque el equipo de producción todavía baraje la palabra performance y la palabra poética en su vocabulario explicativo, es probable que, esta vez, el concepto original se les haya desbordado.




Hay definiciones que sostienen que, en una performance, lo importante ya no es el objeto artístico sino el sujeto. Semejante idea, ciertamente, podría considerarse muy apropiada para explicar lo que acontece en Mute, cada vez que la poesía sale a escena. Porque si el objeto artístico de la poesía es el poema, en Mute el texto poético es, apenas, uno de los tantos textos que se tejen y se enredan en una gigantesca y espasmódica telaraña. Aquí hay otros textos que se ponen en juego: el de las figuras y los fondos, el de las luces y las sombras, el de los sonidos y los silencios, el de la pieles y los huesos, el de los papeles y las tintas, el de los adentros y los afueras (y, seguramente, decenas de otros que podría seguir descubriendo si decidiera a participar de otra experiencia malcriada).

En Mute, por cierto, el que se pone en el centro de la escena no es el poema. Ni siquiera Maia Morosano ni Juan Cantano, los dos cuerpos que, literalmente, ejecutan la obra. Lo que aparece es el espectador, en tanto sujeto activo, conjugando y haciendo converger en sus pensamientos y en sus emociones todo lo que flota, todo lo que acontece.

Casi todo el sustento de Mute está plagado de hojas secas. De hojas muertas entre las cuales la (los) protagonista(s) no encuentra(n) su(s) cuerpo(s), preñado(s) de una masa de negaciones subrayadas, claroscuros y preguntas.

Mute no es teatro, aunque transcurra en una sala de teatro. En el quinto volumen de La Malcriada de tu Lengua los protagonistas no son actores, las palabras no son textos dramáticos. Más bien, los sujetos son de papel en un mundo de papel. Como siempre ha sido la poesía. Pero, esta vez, se ven -y se oyen- tridimensionalmente. Ocupan lugar en el espacio. Ocupan tiempo en la vida.

Aquí y allá, una y otra vez, el mundo de papel puede -y debe- ser atravesado. De alguna manera, ese universo viene siempre troquelado. Sobreimpreso. Calculado. Taxoinstitucionalizado, como un falso azar que se repite automáticamente. Robóticamente.

Quienes atraviesen el papel -usted, yo- escaparán de tal sitio con una misión clara: cambiar sus nombres. Emprendimiento nada sencillo, por supuesto, aunque es sabido que nunca está de más perder el mapa y remontar un vuelo etéreo, como de avión de papel.

En el fondo, vos y yo, todos, queremos un volar liviano. Abandonar un ratito el lastre del cuerpo para flotar entre las palabras. O, tal vez, escribirnos el propio cuerpo, hacernos de versos. Por allí va la invitación de Mute.

Poemas en escena, performance poética, o cualquier otra cosa radicalmente opuesta.

Todas las definiciones sirven.

Ninguno de los nombres cuadra.


Créditos

Mute. Poemas en escena es una propuesta dirigida por Irupé Vitali y Tania Scaglione, con producción de Luciana Fernández. Juan Cantano y Maia Morosano ponen el cuerpo y la voz. Los poemas son de Maia Morosano, la escenografía es de Julio Gandini, el vestuario es de Mara Endres. Maia Ferro hace video, Belén Sides se ocupa del diseño gráfico y Julieta Scenna de la fotografía. Podés enterarte de cuándo y dónde en la FanPage de La Malcriada de tu Lengua.

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