Sobre la crónica III: el inventario Lemebel


A Pedro Lemebel lo han llamado cronista con más de un adjetivo. Sin embargo, su escritura se ríe de las definiciones que encarcelan. Sus textos se escapan y fugan permanentemente. Por eso mismo, no creo que pueda encontrarse en su discurso una definión unívoca de la crónica. Lo que se presenta a continuación son fragmentos de varias entrevistas con Lemebel en las que se esbozan algunos conceptos que, aquí reunidos, pueden dar lugar a cualquier otra cosa. No pretenden más que abrir el panorama y hacer fugar (¿jugar?), también, al lector.

- Ha expresado alguna vez su rechazo a la ficción y su apego, demostrado en su obra, a la realidad. ¿Por qué? ¿Qué le llevó del cuento a la crónica, de la ficción a la realidad? (...)
—Antes escribía unos cuentos en un taller literario de señoras, me aburrí de ese tecito letrado. Me solté el pelo, me subí las faldas y apareció la cronista contingente (que venga el burro y te lo cuente). (...)

- Usted habla de lo necesario de la soledad para un escritor pero la referencia a la búsqueda e importancia vital del amor es un punto clave en su obra. ¿No hay contradicción?
—No recuerdo haber hablado de la soledad del escritor como edén literario. Yo escribo con el ruido social, con la pachanga colectiva que llega y veo desde mi balcón, me asquea ese éxtasis inspirado frente al mar a lo Hemingway. Con respecto a la contradicción, es sano contradecirse, a veces te permite repensar. Uno se aburre de encontrar la misma vieja todas las mañanas en el espejo del baño.

-Tú escribes una peculiar forma de crónica, que en tu caso es una fusión de hechos y ficción, ¿cómo se articula tu proyecto en este género?

-Yo antes escribía cuentos, pero no sé, encuentro un poco tramposa la ficción. Llegó un momento en el que el cuento no se ajustaba a mis necesidades de realidad, de denuncia, de biografía y la crónica me vino como anillo al dedo. Ahora estoy un poco de vuelta, pero no a la ficción, porque hay una pasada biográfica de esos sucesos que ya ocurrieron. En lo mío siempre hay un anclaje en la realidad. Por ejemplo, en el atentado a Pinochet por parte del Frente Manuel Rodríguez hay una pasada biográfica y amorosa. Pensé que a mi obra le hacía falta una potente historia de amor, y de esa forma cruzo el zigzaguear de la loca con la historia de la dictadura. Cruzo amor y metralletas.

Su escritura se inscribe en una estrategia de desarticulación...
–Pero hay más rabia que nada, chica. Me hace falta temperar; no, mejor conciliar un poco la rabia. Y construir un corpus que tenga otro tipo de ofensiva. Otro corpus. Hay mucha rabia todavía en mi escritura. Mucho alarido.

- ¿Y tú mutas también?
- Siempre. Es mi responsabilidad la transformación de mi voz, pasar de alondra a codorniz y de codorniz a golondrina.

- ¿Qué importancia le das tú al oído a la hora de escribir?
- Creo que los giros orales de estas crónicas atesoran el sonido o el crujido del corazón al recibir estas voces. Por ejemplo, la crónica de Calama se refiere a un juicio amoroso que me hace el chico del hotel, cuando me niego a quedarme. A mí me pareció brutal que me dijera que era pura literatura. ¿Cómo no recordar eso a la hora de escribirlo? A veces estos textos responden más a la memoria oral afectiva que al recuerdo letrado. Además, con mucho alcohol en el cuerpo, también las palabras se confunden con el tintinear de las copas y uno cree recordar algo que no se dijo. Porque también hay un dulce engaño en la evocación de esos momentos, que son tan frágiles, tan sutiles, tan difíciles de recuperar.


- Siempre me ha llamado la atención que convives en dos mundos opuestos, o al menos distantes especialmente en una sociedad como la chilena. Por un lado, perteneces a cierta élite intelectual vanguardista, y por otro, perteneces al mundo marginal, proletario. ¿Cómo conviven esos dos mundos en ti? Finalmente, desde que lugar escribes?
- Eso depende justamente del lugar de donde escribes. En mi caso, es desde una territorialidad movediza, también trasfuga; de alguna manera lo que hacen mis textos es piratear contenidos que tienen una raigambre más popular para hacerlos transitar en otros medios donde el libro es un producto sofisticado. Así por ejemplo mis crónicas antes de ser publicadas en libros, son difundidas en revistas o en diarios. Era lo que antes hacía en Página Abierta que era un medio con una llegada bastante masiva. Lo mismo hago en la radio, de alguna forma “panfleteo” estos contenidos a través de la oralidad para que no tengan esa difusión tan sectaria, tan propia de la llamada Crítica Cultural o de los ámbitos académicos. En mí hay una intención conciente de hacer transitar mis textos por lugares donde el pensamiento no es sólo para paladares difíciles, finos.

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Las entrevistas completas pueden leerse aquí.
La imagen fue tomada de http://eduardovarasc.wordpress.com/2008/11/

1 comentarios:

* | 18 de febrero de 2010, 15:40

no lo conocía. es una versión masculina de frida khalo, ja.
beso ani

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