Fiesta Murguera en Rosario: Carnaval, somos como tu reflejo…


Un murguista es un ejemplar homínido de etnia rioplatense fácilmente reconocible por su andar saltimbanqui en espacios públicos y privados. El murguista jamás habla en serio, sin embargo es un avezado crítico social en su delirio. Su fantasía no se detiene ni dormido ni despierto. Si a un murguista se le pregunta, por ejemplo, qué es el mundo, le dirá que no es más que su efímero escenario. Y si se le pregunta por su personaje le dirá que él es una muñeca rusa, la “génesis de la mamushka”, es decir, que él mismo tiene gente adentro, que de mañana se tragó un enano en Baigorria y otros doblesentidos por el estilo. Así es: inútil entrevistar a un murguista, no se le sacará jamás palabra publicable. Suceda que el murguista dice disparates, pero te canta sus verdades fuerte y claro.



El ritual pre-escénico del murguista es extravagante: comienza con una base de maquillaje blanco, después se dibuja firuletes de colores frente al espejo mientras el resto de la tribu empieza a repicar los redoblantes. Finalmente se pone a improvisar cantos colectivos a modo de precalentamiento mientras se calza un traje farolero y sale bailoteando. Así pasó el viernes en El Luchador, un club de barrio donde tres murgas rosarinas se reunieron para rendirle tributo al carnaval y juntar unos mangos para viajar a un encuentro murguero.
Un tablado improvisado en la esquina de una canchita de básquet sirvió de marco para la Fiesta Murguera, que arrancó con la actuación de “Los vecinos, re contentos”, una murga recién formada que se declara, además, murga tuneada: “mezcla de pasión y de vida malgastada”. “También mezclamos agua y aceite, vino y sandía/ la tía duerme porque mezcló porro con sangría”, entonaban los murguistas en la bienvenida, y el público festejaba como podía mientras apuraba el chori y la cerveza en una fiesta que prometía finos embutidos.
El carnaval era el dueño de casa. No hubo murga que no le dedicara un verso: “Carnaval, somos cómo tu reflejo/ después de tanto delirio qué querés/ estás cansado, estás más gordo, estás más viejo/ pero al fin y al cabo qué bien se te ve”, cantaron primero Los Vecinos. Después vino “Aguantando la pelusa”, cantándole a un carnaval lleno de glamour, y por último la murga “Mal Ejemplo”, repasando todos los barrios de la ciudad, y recordándole al viejo oriental que los murgueros “son bien rosarinos”.
Pero les dije que a los chicos les gusta el durazno pero no tienen pelos en la lengua: entre rima y rima los murguistas le dieron duro a los medios, al asesino e inundador, y a la paranoia de la inseguridad (y me cruzo de vereda porque el negrito ese me va a robar).



Para el final, la noche se ponía fresca en Echesortu, y la gente levantaba la temperatura bailándolo todo: rumba, reggaeton, cumbia, rocanrol. Si a alguno le chiflaba un poquito más el moño, inmediatamente se armaba una ronda y todo el mundo aplaudía a su alrededor.
En el bolichito de los murguistas se acabaron el porrón, los choris, las hamburguesas y las gaseosas. “La fiesta fue un éxito”, se palmeaban y abrazaban los murguistas, y saltaban como si se hubieran ganado un viaje a Bariló para todo el curso. No quedó nada, sólo las ganas de seguir cantando y tocando hasta que aguante Momo.

2 comentarios:

Tazas y Pocillos | 6 de noviembre de 2009, 7:13

La validacion impide a veces comentar. Besos

Tazas y Pocillos | 6 de noviembre de 2009, 7:13

Ves, si pongo algo cortito lo toma :) Gracias por esta nota, pone piel de gallina posta.

Publicar un comentario

Related Posts with Thumbnails